miércoles, 21 de agosto de 2013



Lo que aprendí en Olavarría: El tren llega, casi todos los días, como a las dos de la mañana. A veces llega más tarde, a veces más temprano y, a veces, no llega. Un nene preguntó si el pobre detective se podría escapar de la silla y recuperaría la voz. (No sé… Eso espero…) La mamá: No hiji… están jugando. (Fiiiuuuuuuuuu…..) Si te dicen dos cuadras, son cinco. El sábado a eso de las 22:30 llega un tren de carga. 62 vagones. Perros y vecinos duermen la siesta (y nosotros al teatro). La séptima butaca de la quinta fila hace mucho ruido. La acústica no es LA acústica. Está bien. Hay amor. Mucho. El murciélago es un actor que murió en el escenario. Hace muchos años. No preguntes a dónde es tal o cual lugar… es inútil, averígualo por tus propios medios. Si te dicen diez cuadras, son quince. El té más rico que tomé en toda mi vida a las cinco de la tarde, fue a las seis en un vaso de plástico y estaba amargo. Con un sanguchito de salame. Se pueden decir tantas cosas cuando el teatro une. Hagámosla corta: Mucha Merde.